viernes, 26 de enero de 2007

PANOPLIA DE LA MAÑANA

mi pequeña mano estaba llena de fiestas
una mañana fui hacia el viento
y era la primera mañana
los primeros ciervos ciegos
el ligustre azul que tocó tu mejilla brillante

mi primera mano llevaba dulces los dedos
en la hora plástica que volvió de la muerte
y era la vereda estelar de la hojarasca
las jabalinas nocturnas o la naciente luz de las flores

y tu pecho era frágil de una sola lámina oscura
bajo el árbol somnífero
la noche nunca permaneció allí en la plaza poligonal
y era de las únicas verdades posibles
que el sol salió de su orilla milagrosa
para entrar en el plexo del hombre

mi pequeña mañana surgió de los vientres
de la mujer hubo un silencio parecido a los bosques
vi a los pájaros de corteza robliza
con sus harcones manchados de espejos sangrantes
y envueltos en hojas secas hicieron fuego de sus penachos

pero mi mano tenía candados que se abrían solo con la voz
y por fuera del círculo fortuito de las representaciones
vos estabas descalza por dentro
y tenías el color del cielo en las caderas

mi primera mañana de líquidos geométricos
volvió del sueño de las rocas
vino de una oscuridad previa a la de los fuegos nocturnos
y sin embargo se encendió como si hubiera estado siempre ausente.

MÁS ALLÁ DE LA REPRESENTACIÓN

dame los pastos grises
que por los ojos el mundo borra todo pensamiento
por mínimas que fueran sus clavas
sus marcas de leche están próximas al centro de la tierra

el cisne se ha descubierto en el agua
se revelará contra el viento más tarde
y ya no verá en las manadas de juncos libres
las telas sedosas que formaron su imágen

de los palmares blancos dejaron solo el vello solar
y la sombra de los álamos en la siesta
pronto serán los presos quienes verán la luz del otro lado de la piel
porque de este lado yace el cuerpo

dame las piedras luminosas del mar
que entrarán flechas saladas en el iris de mi madre
y saldremos a mirar las cosas aparecidas en exceso

LA

La muñeca enterrada en la hoguera del azar
por el ombligo celeste de los pozos frescos
por el ancho puente bajo la cisterna marina
que le dio labios a la arena
y nombre a las cabelleras plateadas de los animales del viento
que le dio lenguas al polvo de la tierra
para que a partir de allí sobrevenga
la carne desnuda de los tigres de la lluvia
o de los jóvenes que alguna vez soplaron sus voces
para acercarse a la vida
y hacerse de los claros de las hojas perdidas
por el extenso carril de la madre y el hijo
por el vector minado de pequeñas rutas
las ataduras del niño efímero
en todas las puertas que conducen al horizonte
que le dio piernas a la piel de las plantas rastreras
y el sentido del tacto a las mujeres de un solo cuerpo
por la silueta de los molinos nubosos
por la cortina que surca los miradores
que hay detrás de cada flor
todas las madres se volveran intransitables en algún momento

NIÑO ENCENDIDO

la ciudad máscara de las frutas preciosas
en este tren no habrá más aves marchitas
no habrá niños como liebres muertas
ya no estarán fecundados los carros acartonados
al llegar la madrugada
la ciudad entrará en el pan de los pobres
y les veremos crecer un piano en sus narices
en este tren
la ciudad tiembla en el vagón de la tarde
y es mejor huir al descanso de la parra luminaria
que se abre abanicando sus ojos como en el juego mórbido del lince
huir de las candelas reflejadas en los barrios
que hacen brillantina en las vásculas de las estaciones
simulando orcas de fuego fatuo
las casas huelen a manzana escondida
y las muchachas arrullan sostenidamente
en la entrada de los sanitarios
se puede volver de la vida y de la muerte
del mismo modo en que no hay palabras para las palabras.